Gregorio Arzoz estaba al corriente de las investigaciones pasteurianas. Así, días antes de los experimentos de Pouilly – le – Fort, que tuvieron lugar en mayo y junio de 1881, escribió: “Es cosa evidentemente probada que las infecciones carbuncosas están sostenidas por un parásito microscópico llamado bacteridia”.17
Y fue en 1882 en Navarra, gracias a él, donde se repitieron en España las experiencias realizadas en Francia, con resultados admirables. La prensa se hizo eco en un artículo publicado en “El Navarro de Pamplona”:
“Varios profesores pertenecientes a la Asociación científica veterinaria de Navarra, celosos de la prosperidad de su facultad, se reunieron el día 10 del presente (10 junio 1882) en Obanos a continuar la inoculación, en vía de experimento, de la fiebre carbuncosa con el virus atenuado de Pasteur, en un lote de carneros que el acreditado ganadero D. Jorge Díaz… puso a disposición de los operadores. …
Como quiera que esta operación es la primera vez que se practica en España, no podemos menos de aplaudir el proceder de los profesores que la han iniciado sin reparar en sacrificio alguno; porque sólo a ellos y al propio tiempo a la provincia de Navarra, cabrá la honra de recoger la gratitud de los beneficios que está llamada a producir la expresada inoculación el día que se generalice en España, como está generalizándose en Francia desde principios del presente año, época de su descubrimiento”.18
Pero el recuerdo de estos veterinarios, pronto cayó en el olvido, hasta…
Poco tiempo después, concretamente entre octubre y febrero de 1883, Gregorio Arzoz continuó con los ensayos iniciados el verano anterior, gracias a una subvención de 1625 pesetas concedida por la Diputación Foral de Navarra.
El 29 de octubre se compraron 40 cabezas de ganado lanar y 6 bovinas. Las primeras se dividieron en 3 lotes: uno de 16 que debía preservarse por medio del virus atenuado, otro de igual número, edad y sexo que junto con el primero debía sufrir la inoculación del virus contagioso, y el tercero quedaba de reserva.
El 24 de enero se vacunaron las ovejas del primer grupo. El 8 de febrero recibieron la 2ª inyección. El 1 de marzo se les inoculó el bacilo a las 17 horas, y el día 3, para la misma hora, habían muerto todos los animales no vacunados. Dos horas después pereció uno de los inmunizados. Estos resultados fueron publicados en “El Monitor” de Pamplona, la Gaceta Médico – Veterinaria y como apéndice, en la recopilación que realizó Chamberland sobre los recientes trabajos de Pasteur.19
Pero no todo fueron parabienes para Gregorio Arzoz. Poco después de sus experimentos se quejaba en un artículo en “El Monitor” de las críticas de La Veterinaria Española: “apoyada por su exquisito materialismo (al que debe estar bien agarrada) trataba de ridiculizar el principio de inoculación preventiva o profiláctica y no contenta con ridiculizarlo, lo azotó como quien se dispone a llevarlo al calvario”.20
Los excelentes resultados de la vacunación anticarbuncosa animaron a la Diputación de Navarra a intentar otros ensayos inmunológicos. Así, ese mismo año subvencionó las primeras experiencias de inoculación preventiva contra la perineumonía del ganado vacuno. Las pruebas se realizaron en Elizondo por el veterinario Eusebio Arburúa, con resultado satisfactorio. En 1884, repitió los ensayos entre su clientela Serapio Erausquin, veterinario de Maestu (Álava).21
Como se puede observar los experimentos corrían a cargo de veterinarios particulares, pues los catedráticos de la Escuela de Madrid, no creían en la teoría microbiana de la enfermedad.
En 1883, Pasteur anunció que, en colaboración con el veterinario Thuiller, había conseguido preparar una vacuna contra el mal rojo del cerdo. Y en 1889, también se obtuvieron positivos resultados en la campaña contra la enfermedad porcina llevada a cabo con este método por Gregorio Arzoz, por encargo de la Diputación de Navarra.22