Tras la primera república se comenzaron a crear numerosas asociaciones profesionales por todo el país. En concreto, la primera asociación científico – veterinaria que se fundó fue la Navarra, que presidió Simeón Anaut, actuando como secretario Gregorio Arzoz. La reunión inaugural se celebró en Pamplona el 23 de abril de 1880, por tanto, se han cumplido 125 años. Una reunión previa a su constitución se llevó a cabo el 19 de febrero de 1880, con Juan Monasterio de presidente, Gregorio Garjón de secretario y Gregorio Arzoz de vocal.5
La sociedad editó una revista titulada “El Monitor” entre 1880 y 1884. En ella se recogieron todos los trabajos pioneros en España de la vacunación contra el carbunco.
En el discurso inaugural, Juan Monasterio Corroza explicó la importancia de la profesión, “y si la responsabilidad del veterinario es grande, tanto mayor es la satisfacción al considerar el inmenso beneficio que reportan nuestros semejantes, también la riqueza pecuaria, esa fuente inagotable de producción auxiliar del hombre, brazo imprescindible de la agricultura, cimiento sobre que se elevan las industrias, y alimento universal, hemos de tratar en sus dolencias, aplicando la ciencia médico – quirúrgica”, hizo una llamada a la unidad, “agitémonos para contribuir por la unión y la perseverancia a que la ley sea respetada”, y felicitó a Gregorio Arzoz, Celestino Dornateleche y Agustín Alducín por haber sido “los compañeros nuestros iniciadores de la idea que ha producido la creación de esta asociación”.
A continuación, se trascribe el acta de esta primera Asamblea:
“En la ciudad de Pamplona, a 23 de abril de 1880, previa invitación por medio de circular dirigida al efecto por la comisión nombrada para ello; se reunieron 52 profesores de veterinaria, y por el presidente D. Juan Monasterio, precediendo un limitado discurso, se expuso: que el objeto de dicha reunión era con el fin de inaugurar la Asociación científico – veterinaria de Navarra, para protegerse mutuamente en el ejercicio de la práctica de la profesión, en beneficio de la prosperidad de la facultad.
Acto continuo dio las más expresivas gracias a todos los asistentes, y estos a la vez, haciendo uso de la palabra, pintaron con su verdadero color el estado de la profesión, y consideraron uno de los medios más eficaces para levantar la profesión a la altura que la corresponde, la realización del acto que se estaba verificando.
Seguidamente se dio lectura al reglamento que con anterioridad se tenía redactado, y mediante una discusión razonada de alguno de sus artículos, se aprobaron por mayoría todos los de que consta dicho reglamento; acordando además el que se imprima y remita un ejemplar a cada una de las asociaciones profesionales existentes, así como una copia de la presente acta. Últimamente, en conformidad con lo que dispone el art. 14 del reglamento, se procedió al nombramiento de la junta directora y fueron elegidos por unanimidad: Presidente, Simeón Anaut, Vicepresidente, Gregorio Arzoz, Secretario, Mariano Aguirre, Vicesecretario, Gregorio Garjón, Tesorero, Francisco Echarte, Contador, Agustín Alducín, Vocales, Zoilo Olalquiaga, Germán Echavarren, Antonio Ruiz, Celestino Dornaleteche, Ramón Inda y Joaquín Goñi; y como vocales agregados los Subdelegados de todos los distritos de la provincia.
En este estado la sesión, que eran las cinco y media, tomó posesión la junta directiva, y teniendo presente el cansancio producido por la larga duración de la sesión y la premura del tiempo para los socios que habían de regresar a sus partidos, se dio por terminada la sesión con la inscripción de 70 socios de número (siguen las firmas, etc. Es copia).
Pamplona 30 de abril de 1880. El Secretario, Mariano Aguirre”.
Días después se nombraron los vocales agregados: Juan Monasterio, subdelegado de Pamplona, Nicomedes Aristizábal, de Estella, Laureano Pérez Ajarnaute, de Tafalla y Simón Irure, de Aoiz.
Entre los artículos del reglamento, publicado por las dos revistas profesionales de la época, se pueden destacar los siguientes artículos:
Art. 3º Se celebrarán sesiones ordinarias los primeros sábados de cada mes, y extraordinarias trimestralmente y cuando la Junta los disponga. Art. 4º La duración reglamentaria será de tres horas. Art. 5º. Para las sesiones ordinarias se procurará adquirir animales de desecho, donde los profesores puedan ensayar operaciones quirúrgicas tan útiles y necesarias en el ejercicio de la profesión. Art. 25. Después de cubrir los gastos que origine la instalación de paradas y algunas otras mejoras reclamadas por el progreso científico, se establecerá una Caja de ahorros para pensionar a las viudas, huérfanos o herederos de los socios. Esta pensión deberá estar en relación con los fondos de la Sociedad y su cantidad aprobada en sesión extraordinaria.
Leoncio F. Gallego, director de la revista La Veterinaria Española, publicó un artículo criticando este reglamento, aunque concluyó, “pero, entretanto, séanos permitido desear que la Asociación científico – veterinaria de Navarra, no aspire a vivir la vida de los gremios, pecado moral y legal en que incurrieron todas las asociaciones de carácter local y que ocasionó siempre la muerte de todas”.
Pero hubo continuas disputas entre la Asociación Navarra y La Veterinaria Española. El principal motivo de este enfrentamiento fueron las experiencias de la vacunación contra el carbunco llevadas a cabo por Gregorio Arzoz. Así, Leoncio F. Gallego y los catedráticos de la Escuela de Madrid, representados por Braulio García Carrión y Santiago de la Villa, se mostraban muy beligerantes y contrarios a las teorías microbianas de Pasteur, ya que creían que con los ensayos profilácticos sólo se conseguiría propagar la enfermedad. Juan Monasterio, defendido desde las páginas de esta revista, era fuertemente criticado por la “rival” Gaceta Médico – Veterinaria. Su director, Rafael Espejo del Rosal, fue nombrado “socio honorario” de la asociación navarra, y era firme defensor de la vacunación contra las enfermedades infecciosas.
Para hacerse una idea de la situación, esto es lo que publicaba la Gaceta Médico – Veterinaria el 14 de enero de 1884, casi cuatro años después de iniciada la polémica: “Jamás ha visto el Sr. Gallego más que con indignación profunda la aparición de un periódico, la constitución de nuevas asociaciones. Todo lo nuevo le molesta, y es porque cree que él, él solo ha de ser dueño y señor de la veterinaria; él solo ha de vender su periódico y realizar el negocio miserable de algunas pesetas, no a título de ilustración, sino a razón de horribles odios, de repugnantes diatribas, de las que ha querido hacer solidaria a la clase”.
En 1881, formaban parte de la Junta directiva de la Asociación Navarra, Pedro Mutuberría y Cruz Iriarte. En junio de 1884 presidía Gregorio Arzoz, actuando como secretario Simeón Anaut, que vuelve ser el máximo responsable al año siguiente. Su puesto en la junta anterior lo ocupa Gregorio Garjón. En esta asamblea se explican las causas de la desaparición de “El Monitor”, puesto que, ante la falta de fondos, se acordó que era preferible dedicar los recursos económicos a combatir el intrusismo. También el señor Dornateleche explicó el origen de la Asociación: “La destrucción del intrusismo en Navarra fue la palabra mágica que atrajo a la mayor parte de los profesores navarros a formar parte”.
En 1886, se podía leer en el editorial de despedida de la revista La Alianza Veterinaria de Játiva: “El Monitor de Pamplona, órgano de una distinguida Sociedad Veterinaria, dejó de publicarse por falta de pago en las suscripciones, y obsérvese que este periódico fue el primero que en España consignó la importancia de los trabajos de M. Pasteur sobre la profilaxis del carbunco”. Simeón Anaut, inspector de carnes de Pamplona, falleció el 25 abril 1885, a los 37 años, y Gregorio Garjón el 28 de julio del año siguiente, dejando viuda y 7 hijos.
Las últimas noticias encontradas de la Asociación Navarra corresponden a la sesión del 1 de abril de 1886. La Junta directiva estaba formada por Nicolás Cenarro, presidente, Agustín Alducín, vicepresidente, Gregorio Arzoz, secretario, José Armendáriz, vicesecretario, Celestino Dornaleteche, tesorero, y Cruz Iriarte, Modesto Goñi, Nicolás Lorente y José Olagüe, vocales. En la reunión se recoge el siguiente comentario: “La Asociación Navarra ha sido la primera regional que ha extendido en España el raudal inmenso de sus nunca bien estimados beneficios”.6
Otros veterinarios navarros de la época fueron Justo Redad, de Milagro, Luis Urtasun, de Valtierra, Valentín Gurrucharri Echegaray, de Arróniz, Eusebio Arburúa, de Elizondo, Pascual Bozal Romero, de Cascante, Diego Larrión, de Estella, Pedro Virache, de Lesaca, Andrés Marín, de Lerún, Vicente Urquizu, de Eulate, Nicolás Yeregui, de Berástegui, José Rojo Cerio, de Los Arcos, Pablo García, de Mirafuentes, Francisco Oquiñena Lizarraga, de Ergoyena, Vicente Carricas Inda, de Falces, Diego Irigoyen, de Isaba, José Rodríguez, de Echauri, Arturo Osés, de Carcastillo, Antonino Ruiz y Francisco Echarte, de Pamplona.
Un nuevo movimiento asociativo fue iniciado por Alejandro Elola y Cajal en 1891 en Zaragoza, y se completó con la formación de la Junta central de reformas, presidida por Eusebio Molina Serrano.
Los veterinarios navarros se adhirieron rápidamente a este proyecto, pero a título individual no como asociación. La lista completa es la siguiente: Gregorio Arzoz, Santos Huarte, Manuel Garde, José Olagüe, Nicolás Lorente, Félix Ruin, Buenaventura Idoate, Celestino Dornaleteche y Vidaure, Agustín Alducín, Ramón Esparza, José Rodríguez, Camilo Irujo, Patricio Oña, Germán Echevarren y Patricio Alducín.7
Pero fue hasta febrero de 1895, cuando se convocó en Tafalla una Asamblea Navarro – Riojana. La Junta Directiva quedó así constituida: Presidente, Laureano Pérez, Vicepresidente, José Armendáriz, Secretario, Tomás López, Vicesecretario, Marcelino Ramírez, Tesorero, Gregorio Arzoz y Vocales, Cándido Muro, Manuel Salvado, Ezequiel García, José Rodríguez, Francisco Griso y Cecilio Moleres.
La II Asamblea Navarro Riojana se celebró en Rincón de Soto el 6 mayo 1895, y Eusebio Arburúa abogó por invitar también “a los compañeros de las provincias vascongadas”.
El 16 de julio de 1896 tuvo lugar en Pamplona un Congreso Regional Veterinario, aprobándose la Asociación Vasco Navarro Riojana, que tendría “una Junta directiva que residirá en Pamplona y, como delegadas de esta, Juntas provinciales que se nombrarán oportunamente en Logroño, Vitoria, Bilbao y San Sebastián”. La nueva dirección estuvo compuesta por Marcelino Ramírez, riojano, como presidente, Gregorio Arzoz y Eusebio Arburúa, vicepresidentes, José Rodríguez, secretario, Jerónimo Rota, vicesecretario, Cecilio Moleres, tesorero, Hipólito Mugueta, contador, y Luis Urtasun, Modesto Goñi, Anselmo Zuasti y los presidentes de las Juntas provinciales como vocales. Por parte vasca solo se ha confirmado la asistencia del vizcaíno Ignacio Guerricabeitia.
Pero en 1897 sólo existe constancia de la existencia de la Asociación Navarro Riojana, de acuerdo con una carta firmada por el presidente accidental, Agustín Alducín. 8
En 1898, al decretarse la colegiación obligatoria para médicos y farmacéuticos, se constituyó, de nuevo en Zaragoza, una Comisión Permanente con el objetivo de que la nueva disposición incluyera también a los veterinarios. Durante los primeros meses de 1899 se constituyeron comisiones permanentes en todas las provincias. La navarra estuvo presidida por Agustín Alducín, actuando como secretario, José Rodríguez, y como vocales Gregorio Arzoz y Modesto Goñi.9
El primer Colegio de Veterinarios creado en España fue el de Palencia, concretamente el 18 septiembre 1899. Le siguió el de La Rioja, el 15 octubre de ese año.
El Colegio de Veterinarios de Navarra se constituyó en Estella el 2 de diciembre de 1899. El 12 de febrero de 1900 se aprobaron en Tafalla las bases del colegio, y el 11 de julio el Reglamento en Pamplona.
Desde finales de 1900 el Colegio editó su propia revista, “La Veterinaria Regional”, cuyo director fue Gregorio Arzoz. Dejó de publicarse en 1904, y reapareció en 1910, como “órgano oficial de los colegios de Navarra, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa”, dirigida por José María Aguinaga Font desde Tafalla.10